Libro refilado bordes de las páginas.

Incluye indice y referencias bibliográficas

La comunidad está considerada como uno de los elementos clave de la sociedad moderna, constituyendo su elevado desarrollo una de las características de la cultura contemporánea. Este libro, como su predecesor, The New Museum, trata de la forma en que pueden guardarse los medios de comunicación y analiza las condiciones que presumiblemente debe seguirse si semejante guarda de custodia ha de proporcionar la oportuna comunicación. Este libro también ilustra un buen número de recientes construcciones, aunque sólo algunas de ellas alcancen los criterios sugeridos en el análisis.La naturaleza de los procedimientos de custodia y almacenaje sufre actualmente modificaciones conforme van cambiando las exigencias que la sociedad tiene de alcanzar información. Se discute al final del libro lo que traen consigo tales cambios. Sin embargo se echa de ver que no existe ningún modelo constructivo que pueda utilizarse cómo ilustración de semejantes tendencias: éstas sólo pueden describirse con palabras. Un libro como el presente requiere colaboración. Estoy, por consiguiente , sumamente agradecido a todos los arquitectos y bibliotecarios que me proporcionaron planos, fotografías y descripciones de sus edificios de los que sólo una parte pudo ser publicada; a gran número de bibliotecarios que me dedicaron gran cantidad de tiempo mostrándome sus locales comentando los planes de la disposición de sus bibliotecas; a la Editorial Gerd Hatje y, en particular, a Gerd Hatje y Ruth Wurster que con tacto y paciencia coleccionaron fotografías y planos; a Colin St. John Wilson, uno de los arquitectos de la biblioteca Museo Británico y Nicholas Childs, que perteneció al Departamento de libros impresos del Museo Británico y actualmente es bibliotecario de la Universidad; a Brunel, con quien discutí problemas de bibliotecas de la Unión Soviética; a A.N.L. Munby que siendo secretario del King´s College, de Cambridge, llamó la atención hacia algunos ejemplos medievales; a Edward Carter, en otro tiempo bibliotecario de la UNESCO que me hizo conocer a numerosos especialistas, entre los cuales, a S.R, Ranganathan de la DTRC, de Bangalow que confirmaron satisfactoriamente muchos de mis puntos de vistas en discusión; y a mi esposa que se tomó el trabajo de repasar mi manuscrito y corregir las pruebas.