El oficio de legislar suele pasarse por alto en la algarabía de los tiempos que corren. La legislación, antaño materia importante, digna de sabios como Solón y Licurgo o de filósofos como Platón y Aristóteles en la Grecia clásica, hogaño ha venido a menos, pues la democracia suele permitir a cualquiera que tenga suficiente edad, irrumpir y prorrumpir, sin conocimiento, honor o mérito, en la sala de los legisladores. La ley se ha dejado en manos de la canalla, cada vez menos ilustre, o siquiera ilustrada, pero no por eso incapaz de sucumbir a los intereses concretos y mezquinos que pretenden usar y abusar del poder en beneficio propio. Aunque hay excepciones, tal parece ser la regla. Por eso resulta extraño y hasta exótico en tal contexto, encontrar una obra dedicada al noble oficio de legislar, que vaya mucho más allá de los mecanismos propios de la técnica legislativa, y que, desbordando los contornos del mero reglamento, penetre en las honduras de los principios. Tal es el caso de Lecciones de legislación universal, civil y penal, que en 1865 publicara el ilustre jurista caucano, en tiempos en que el Cauca era en verdad grande, don Avelino Escovar, y que hoy, gracias a una oportuna investigación y los esfuerzos editoriales de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, se reedita dentro de la serie clásicos, para recuperar la memoria sobre aquellas lecciones de las que tanto tenemos menester.