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Los mosquetazos de D´Artagnan Roberto Posada García-Peña ; selección y recopilación Cristina Castro

Por: Colaborador(es): Tipo de material: TextoTextoIdioma: Español Detalles de publicación: Bogotá Planeta 2009Edición: 1a edDescripción: 286 p 24 cmISBN:
  • 9584222112
  • 9789584222114
Tema(s): Clasificación CDD:
  • 079.861 P671m 21
Contenidos incompletos:
La vida ; Las mujeres ; El periodismo ; La política
Revisión: Resúmen: Durante los últimos años, este autor fue el columnista más leído de Colombia, quizá sólo comparable a como lo fue, en el mismo diario, varias décadas atrás, Enrique Santos Montejo, “Calibán”. ¿Y cuál pudo haber sido el secreto para que D`Artagnan fuera para esta generación el columnista más controvertido, más leído, tal vez el más apasionadamente admirado por unos pero también el más visceralmente contrariado por otros? La audacia, la ironía, el humor y la irreverencia caracterizaban cada una de sus columnas. Eran textos con carácter, definidos, que suscitaban tanto fervor como aversión. En cada columna siempre abordaba algo nuevo, original, como si nunca acabara de rebosar la copa de la capacidad de asombro de sus lectores. En este sentido, podía lanzar una vehemente defensa de un presidente que estaba a punto de caer, o anunciar su voto por una senadora aparentemente detestada por las mayorías nacionales. Pero saltaba al mismo tiempo del remolino de la política nacional a lo más elemental o escabroso de la vida cotidiana, como hacer una apasionada defensa de la morcilla, escribir sobre las flatulencias personales o contar que había estado una noche en “La Piscina”, el burdel más concurrido del país. Lo obsesionaba en sus columnas tanto el destino del Partido Liberal de la izquierda exquisita, como la verdadera identidad de la bandeja paisa y la utilidad del orinal el “pichirilo” del Tino Asprilla. Escribía con olor y sabor sobre los vinos, la cerveza y los callos madrileños; en varias sabrosas ocasiones describió los mejores platos de lenteja con embutidos españoles, y dedicó elogios especiales a los mejores restaurantes de París, Nueva York o Madrid, al igual que a piqueteaderos bogotanos bautizados con los nombres de sus dueñas, como doña Elvira o doña Socorro. Podía igualmente comentar con lucidez un buen libro o lanzar a la palestra política a “los gallos tapados”. Nunca se repetía. Siempre sorprendía. Entonces cada vez que alguien abría El Tiempo en la mañana del domingo, sentía la expectativa en el corazón por saber si el columnista iba a lanzar a alguien a la Presidencia de la República o a revelar tranquilamente que tales personajes nacionales, hombres o mujeres, acababan de salir del clóset. Logró elevar el chisme ciudadano, la leyenda urbana y el análisis político a la dimensión de una metáfora de la realidad social
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Tipo de ítem Biblioteca actual Colección Signatura topográfica Copia número Estado Fecha de vencimiento Código de barras
Libro Colección General Central Bogotá Sala General Colección General 079.861 P671m (Navegar estantería(Abre debajo)) 1 Disponible 0000000062678

Selección y recopilación de Cristina Castro y el apoyo de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario

La vida ; Las mujeres ; El periodismo ; La política

Resúmen: Durante los últimos años, este autor fue el columnista más leído de Colombia, quizá sólo comparable a como lo fue, en el mismo diario, varias décadas atrás, Enrique Santos Montejo, “Calibán”. ¿Y cuál pudo haber sido el secreto para que D`Artagnan fuera para esta generación el columnista más controvertido, más leído, tal vez el más apasionadamente admirado por unos pero también el más visceralmente contrariado por otros? La audacia, la ironía, el humor y la irreverencia caracterizaban cada una de sus columnas. Eran textos con carácter, definidos, que suscitaban tanto fervor como aversión. En cada columna siempre abordaba algo nuevo, original, como si nunca acabara de rebosar la copa de la capacidad de asombro de sus lectores. En este sentido, podía lanzar una vehemente defensa de un presidente que estaba a punto de caer, o anunciar su voto por una senadora aparentemente detestada por las mayorías nacionales. Pero saltaba al mismo tiempo del remolino de la política nacional a lo más elemental o escabroso de la vida cotidiana, como hacer una apasionada defensa de la morcilla, escribir sobre las flatulencias personales o contar que había estado una noche en “La Piscina”, el burdel más concurrido del país. Lo obsesionaba en sus columnas tanto el destino del Partido Liberal de la izquierda exquisita, como la verdadera identidad de la bandeja paisa y la utilidad del orinal el “pichirilo” del Tino Asprilla. Escribía con olor y sabor sobre los vinos, la cerveza y los callos madrileños; en varias sabrosas ocasiones describió los mejores platos de lenteja con embutidos españoles, y dedicó elogios especiales a los mejores restaurantes de París, Nueva York o Madrid, al igual que a piqueteaderos bogotanos bautizados con los nombres de sus dueñas, como doña Elvira o doña Socorro. Podía igualmente comentar con lucidez un buen libro o lanzar a la palestra política a “los gallos tapados”. Nunca se repetía. Siempre sorprendía. Entonces cada vez que alguien abría El Tiempo en la mañana del domingo, sentía la expectativa en el corazón por saber si el columnista iba a lanzar a alguien a la Presidencia de la República o a revelar tranquilamente que tales personajes nacionales, hombres o mujeres, acababan de salir del clóset. Logró elevar el chisme ciudadano, la leyenda urbana y el análisis político a la dimensión de una metáfora de la realidad social

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