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100 1 _aDíaz, Carlos
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245 1 0 _aMaestros somos todos
_bincluso quienes no lo somos
_cCarlos Díaz
250 _a1a edición
260 _aMadrid
_bNarcea
_c2022
300 _a185 páginas
_c22 cm
490 0 _aEducadores XXI
505 0 _a1. El contagio emocional de los valores del maestro: Maestros somos incluso quienes no lo somos/ La relación interpersonal en la escuela -- 2. El maestro modelo no es un jefe / ¿Por qué han de ser modélicos los maestros? / Necesita un maestro quien quiera ser maestro -- 3. El deber, palabra canibalizada en la escuela: ¿Por qué debo ir a la escuela? / Un querer y un hacer a la altura del deber -- 4. ¿Qué pasa con las normas? : La necesidad de unos mínimos regulativos / ¿Qué dice la regla? -- 5. Educar en el orden: Ayudar sin sustituir / No hay tiempo interior sin tiempo íntimo -- 6. Enseñar a obedecer: Maestro “domador” no, gracias / Desobediencias infértiles y desobediencias fértiles -- 7. Enseñar a dominar los deseos : Con ternura y vigor / Paciencia y forja del carácter -- 8. Enseñar a descifrar lo visible y lo invisible: Oye las opiniones ajenas; sólo son opiniones / Para manejar la conciencia mental y emocional -- 9. Enseñar a hacer contratos : Sin paternalismo: respeto exigente, exigencia respetuosa / Algunas técnicas útiles para cumplir los contratos -- 10. Sancionar pedagógicamente : ¿Prohibido prohibir? / ¡Y, cuando digamos no, no cambiemos de parecer! -- 11. Las “reglas de la abuelita” / La empatía es la mejor medida del yo / Afrontar las situaciones, sin huir -- 12. Contra el tal Murphy
520 1 _aEsta obra es la de un hijo de maestros, maestro él mismo, y quiere ser un firme alegato en favor de la persona como ser capaz de aprender y de enseñar, actividades que requieren la figura científica y moral del maestro, su adhesión a una escala de valores, y su compromiso existencial con la humanidad. En palabras del autor: “Desde el primer día en que enseñé, quise siempre hacer crecer en humanidad a cuantos se cruzaban conmigo. Solo busco enseñar lo universal que puede brotar de lo contingente; no son primero las ideas y luego la vida social, sino al mismo tiempo, y por eso quien enseña para lo comunitario verdadero que hay en cada ser humano, funda comunidad. Por eso escribo, viajo, buscando a la humanidad”. La escuela la hace el maestro. Afortunadamente los maestros hacen que sus alumnos sean más, de lo que hubieran sido sin ellos. La escuela para la comunidad, en tanto que escuela para la vida, solamente será posible si sus fundamentos tienen real solidez y van más allá de la inmanencia pragmática y rompen los muros de las aulas.Cuando se abre un aula con un buen maestro, la creación entera vuelve a latir.
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